Sentimiento y razón

Nos movemos por el sentimiento, pero pensamos que es por la razón. Pensamos razonadamente sobre un asunto, pero llega el sentimiento y nos arrebata el juicio. Esto es si la persona es inmadura. Uno de los signos de la madurez es saber llevar los sentimientos de manera que no nos afecten negativamente o, por lo menos, la mayoría de las veces.

Si nos fijamos, un niño se mueve por los sentimientos prácticamente el 100% de las ocasiones. No quiero decir que un adulto deba moverse por la razón al 100%, pero sí un 80% al menos. Ese 20% restante debe dejarlo para la fantasía, el gozo, la aventura, etc. Pero siempre bajo la tutela de una razón bien nutrida de conocimientos y bajo la sabiduría que a fin de cuentas nace de todos los elementos jugando de manera armoniosa.

Las cuestiones más importantes de nuestra vida, sin embargo, tienen que ver con el sentimiento (para el que lo pueda procesar, ya que existen personas que no pueden sentir). Por ejemplo una relación que se inicia, un familiar que muere, una carrera que comienza. Luego están los sentimientos más normales o bajos, que podríamos llamar instintos, pero que también nos mueven muchísimo.

¿Cuál es la razón que pueda tener un hombre o una mujer multimillonaria para tener todavía más millones? Obviamente con lo que tiene, tiene más que suficiente, sin embargo quiere más y más. Aquí hay una especie de hambre que a todos nos afecta. Podríamos decir que es el hambre en sí. Hambre de cosas, de relaciones, de experiencias. Hambre por pasarlo bien o pasarlo mal (que también existe). Para mi es el hambre lo que debe ser aplacado, pero no por nada externo, sino por un encuentro interior con la esencia de lo que somos. Con lo más puro que hay en nosotros, que es ancestral.

Podemos vislumbrar esa esencia en ciertas situaciones de la vida, sobre todo en situaciones muy impactantes. Pero también se puede buscar conscientemente. Hay gente que la busca viajando, otros leyendo, otros en las relaciones… La cuestión es que cualquier búsqueda externa sólo traerá más ganas de buscar y no se encontrará nada. Como dicen varios cuentos muy famosos, el tesoro está justo donde estás tú, no hace falta iniciar ningún viaje ni físico, ni mediante una lectura, ni mediante una película.

Tan profundo es el abismo que encontramos dentro de nosotros mismos que no podemos asomarnos ni media hora a él. Todo se va entonces hacia afuera, hacia los resultados, el desarrollo, hacia la evolución. Sin embargo la evolución no va a terminar nunca. Siempre nos sentiremos hambrientos si seguimos por esa senda. Sé que esta idea está mal vista, pero después de analizar cómo funcionamos en esta sociedad y qué se nos pide, cómo se nos mueve a hacer cosas que la mayoría no tienen sentido real, me veo en la necesidad de desarrollar esta idea aunque sea aquí.

Es difícil ver hacia el interior, pero debemos hacerlo porque de ello depende nuestra verdadera libertad. Podemos perdernos en miles de vericuetos filosóficos o no tan filosóficos, pero al final la búsqueda sólo puede ser hacia el interior si se quiere encontrar algo. En mi caso he buscado fuera con ahínco en muchas filosofías, gurúes y posturas de pensamiento y concluyo que la búsqueda interior es la única que merece la alegría. Hay que saber que esa búsqueda no es para nada algo bello o alentador, más bien lo contrario. Encontraremos muchos obstáculos y muchas posibles pérdidas en el camino. Pero llegar al estado en el que se comprenden todas las cosas no tiene precio.

Yo no he llegado, pero estoy en el camino. Sé que se puede llegar porque siempre hemos estado ahí y en mi vida lo he vislumbrado en ciertas ocasiones, con ciertas experiencias. Hacía allí me dirijo y espero que el rumbo de mi barco sea firme y cierto para llevarme a buen puerto.

Ian

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