¿Cuál es la mejor pregunta que nos podemos hacer para dar el siguiente paso en la vida de la mejor de las maneras?

«¿Qué paso pequeño pero valiente puedo dar hoy que esté alineado con la persona en la que quiero convertirme?» Me dice ChatGPT

En mi caso ese pequeño paso, pero valiente, es escribir aquí y ahora en mi blog. Escribir lo que siento y como lo siento. Pero no por quejarme, sino por limpiarme. Siento una comezón de dolor por no poder sentir con más intensidad y, a la vez, sé que sentir con más intensidad no me conviene. Vivo en una especie de dicotomía en la que por un lado todo me da igual y por otro me preocupo mucho por que me dé igual. Es extraño. Es como si hubiera dos personas en mí.

En realidad, en todos nosotros, hay no sólo dos personas, sino muchas personas. Esto se puede detectar fácilmente si piensas en cómo eras de pequeño y cómo eres ahora. Las personas que eras cuando eras pequeño eran mucho más detectables, pero ahora siguen existiendo y son “tendencias” que se tienen a la hora de afrontar una cosa u otra.

Elijamos la persona en nosotros que decide dar los pequeños pasos que nos llevan a la mejor vida posible para nosotros y para los demás. Vamos, si se quiere. También se puede elegir a la persona que decide tirar todo por la borda y no resignarse diciendo cosas como “de algo hay que morir”… Ya me entiendes…

Ian.

El hondo abismo de la conciencia

Desde siempre has sido la incógnita por desvelar,

El asunto más amado por Dios velado,

La locura más grande que se haya dado,

El fervor más glorioso del anhelar.

Desde siempre has sido el hondo abismo de la conciencia,

El frío hielo que soporta los infiernos por sí mismo,

Caminando solo entre multitudes de solipsismo,

Llegando a ser un faro perenne de lo que comienza.

Todo llega entonces a un fin que nunca empieza

Cayendo lento como el que se esmera,

Con suaves tonos de sombra de espera,

Que llegan todos a colmar todas tus rarezas.

Ian.

Sol-edad

Estamos solos. No hay otra. Podemos relacionarnos cuánto queramos, pero a fin de cuentas estamos solos. Somos entidades aisladas y, a la vez, podemos relacionarnos. En la relación vamos “conociendo” más o menos lo que somos. De momentos de soledad a momentos de relación vamos pasando, día a día, semana a semana. Y eso hace que vayamos dándonos cuenta de cómo somos, de qué somos, hasta cierto punto. Es verdad es que también hay que querer saber qué somos para poder conocernos. El conocimiento de esto trae también una nueva forma de relacionarse.

Ya no nos relacionamos desde la necesidad de relación, de huir de la soledad, sino desde el conocimiento de saber que somos algo que transciende la soledad y la relación. Seguimos sintiéndonos solos y acompañados, pero vemos que son las dos caras de la misma moneda. Al final lo único que existe es un solo ser relacionándose consigo mismo a múltiples niveles, de manera fractal y basándose en las leyes que le son intrínsecas.

Parece que es así porque esa forma de ser hace que se conozca a sí mismo y se pueda amar a diferentes longitudes de onda. Pero bueno, lo más interesante de esto, creo yo, es que nunca estamos solos o, por el contrario, siempre estamos solos o siempre estamos con nosotros mismos. Y nos gusta tanto dormir porque ahí no existe ni la soledad ni la compañía, existe un limbo de esas dos situaciones, un descanso de esas dos situaciones. Está muy bien diseñado el tema para que podamos soportar la vida y su peso.

Ian.