
¿Lo haces? ¿Tienes costumbre de filosofar? Si es así, enhorabuena. Es algo que se está perdiendo a marchas forzadas. Cada vez más la gente tiene una idea sobre cómo es el mundo y no se baja del burro, ni cuestiona su forma de pensar ni es capaz de tener un diálogo con otro ser humano que pueda modificar ni una coma ese punto de vista. En el momento que lo modifique un poco entonces se considera que hay una agresión y la persona “afectada” por la desavenencia se aleja o considera a aquel o aquella que produjo la desavenencia como alguien tóxico.

Si eres de los que sabe escuchar y sabe también modificar su punto de vista, aunque sea momentáneamente, enhorabuena. Es muy extraña esa forma de vivir en el mundo en la que se está fluyendo y se bordean los obstáculos en lugar de chocar frontalmente contra ellos. El choque frontal es lo común y corriente, lo mediocre se podría decir. El “be water my friend” es lo extraño, lo singular, lo extraordinario.
Cuando se encuentra a alguien con quien se puede “filosofar” uno se encuentra en una isla paradisíaca muy poco transitada, virgen, frondosa y única. Entonces se da un diálogo, que es un el monólogo de dos personas nutriéndose del monólogo opuesto y complementario. En lugar de estar soltando una única visión sin posibilidad de cambio o modificación en el argumento, se da una conversación en la que las dos personas están como en un estado cuántico de fluctuación de la energía que está ajustándose, aunque sea poco, no importa, pero ajustándose visión a visión, punto de vista a punto de vista. Existe como una especie de estrategia que hace que se refinen ambos puntos de vista y, además, se busca la autenticidad máxima. El cotejo con la propia experiencia y la propia práctica, con lo que se dan momentos, en ambos interlocutores, de silencio por comprensión.

Está claro que “filosofar” es muchísimo más interesante y elevado que “hablar” o “discutir”. Para mí, por lo menos, es la forma que conozco más excelsa de comunicarse entre dos o más seres humanos, sin contar con la telepatía, claro. Ahí ya entraríamos en otro campo mucho más inexplorado, basto y poderoso de la comunicación…
Ian.





