Sentir la pulsión, pero no querer saciarla…

Se puede sentir algo por alguien o por algo y no querer hacer nada. Es como una contradicción, pero ahora mismo está ocurriendo muchísimo. Vivimos en una época en la que los deseos se cubren con situaciones virtuales varias que colman, de manera fría y distante, la necesidad de relación real humana. ¿Qué podemos hacer ante esto? Hay gente que dice que se tiene que hacer un ayuno de dopamina, que se llama. Consiste en estar sin ninguna pantalla ni ninguna interacción digital durante un tiempo que puede ser desde 24 horas a una semana y hasta un mes.

La verdad es que hacer un ayuno de dopamina (los he hecho de manera “forzada”) te hace mucho más creativo, más presente en la vida y con más ganas de hacer cosas “reales”. Después de pasar un tiempo de privación de este tipo de estímulos uno se siente más conectado con la vida y con la naturaleza. La genialidad se debe conseguir así de alguna manera. Aunque yo creo que la genialidad es una mezcla entre constancia, talento y suerte, en este orden. Lo más importante, ser constante en lo que hagas. Lo dice todo el mundo que es “exitoso”. El talento se desarrolla también, aunque se pueda tener de base (por ejemplo, el talento para la música no lo tiene todo el mundo. Se puede desarrollar, pero si se viene con ello es mucho más fácil) y se desarrolle mucho más con la práctica, que hace al maestro.

Por último, está el factor suerte, que yo creo que tiene que ver con la cantidad de fe que tenga la persona en que las cosas le van a ir bien. Cuanta más fe tenga y más férrea sea, más oportunidades y “chances” tendrá en la vida para poder vivir cómo quiera vivir. Esto puede parecer un poco loco por mi parte, pero realmente es algo que se puede probar. Las épocas en que más confiado he estado de mí mismo y más fe tenía en conseguir lo que fuera, más fácil me ha resultado todo y al revés. Por eso pienso que el factor “suerte” no es algo aleatorio, sino que se “cría”.

Ian

¿De qué sirve preocuparse?

Pienso que sólo sirve para desgastar la energía y el buen ánimo y hacer que se esté peor que como se estaba antes de preocuparse. Todo ocurre por algo y nunca sabremos bien por qué. Pero de alguna manera el por qué no llega a provocar grandes olas en la vida de la gente a no ser que ocurran situaciones extremas que ocurren con poca frecuencia y menos mal. Preocuparse trae entonces resonancias con energías de baja frecuencia que producen malestar y bajada de energía y vitalidad.

Es lo que dice el dicho budista, creo que es: “si tienes un problema y no tiene solución, para qué te preocupas. Si tienes un problema y tiene solución, para que te preocupas». En ambos casos, preocuparse es como un añadido que elegimos y que, en ciertas ocasiones, es muy automático. Para que deje de serlo tenemos que prestarnos atención y detectarnos en los momentos de preocupación para poder cambiarlos y así con todo. Con el mal ánimo también o con la beligerancia, etc.

Al final preocuparse es como un darse permiso para pasarlo mal gratuitamente, cuando nos podemos ahorrar ese sufrimiento. Pienso que mejor es ahorrárselo, demasiado sufrimiento hay ya en el mundo como para añadir más. Así que mejor estar atentos a cuando comenzamos a preocuparnos por algo y de la misma manera que vino esa preocupación, la invitamos a irse tranquilamente.

Ian

¿Qué estamos haciendo?

¿Hasta qué punto somos conscientes de lo que hacemos? ¿Hasta cuándo vamos a estar repitiendo patrones que nos encierran en formas de ser y estar que no queremos? ¿Cómo se puede uno liberar de estos patrones? Son preguntas que me asaltan a veces cuando me veo repitiéndome. Y este escrito posiblemente sea una repetición de otro anterior. Lo sé, me repito, como todos. La cuestión es qué ciclos de repetición estás haciendo y si te convienen o no. Nos quedamos fijos en una posición del punto de encaje, como dirían los chamanes, y de ahí no salimos.

Esa fijeza es necesaria para mantener cierta cordura, pero también, por esa regla de tres, puede llevarnos a una forma de locura. Al ciclo sin fin de las mismas cosas una y otra vez. Es muy difícil darse cuenta a “simple vista”. Hay que tener un registro más o menos pormenorizado de las actividades que realizamos para poder fijarnos bien y captar ciclos repetitivos de eventos semejantes. Para mover el punto de encaje hay que practicar acecho y ensueño. Con el acecho lo movemos dentro de la fijeza de la primera atención y con el ensueño lo movemos dentro de la fijeza de la segunda atención.

De esta manera vamos fluidificándonos en cuanto a lo que percibimos y podemos saltar a surcos de repetición más amplios y nutritivos que nos permitan vivir de mejor manera y con más libertad. La libertad es algo que se va ganando con la práctica de estas disciplinas y con la disciplina de la impecabilidad. Una suerte de Kaizen de mejora constante que hace que seamos mejores cada vez más en cualquier actividad en la que nos estemos desarrollando. Cada uno elegirá las actividades que más le sean propicias y que sean caminos con corazón.

 Ian