Qué perseguir, en qué gastar la energía

Es algo que me pregunto muchas veces ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Lo podría hacer mejor? Las respuestas a estas preguntas siempre suelen ser no y respectivamente, pero eso nace de la sensación de invalidez que tenemos sobre nosotros mismos. Creemos que el mundo es imperfecto porque está en continuo cambio y lo que cambia continuamente es inacabado, inconcluso. Y realmente es así, este mundo no es perfecto o no lo parece. Pero, cómo podemos juzgar si es o no perfecto, si somos o no perfectos nosotros. Cada cosa que ocurre, por muy oscura o demoníaca que pueda parecer, ocurre por algo. O eso parece.

Todo parece, nada es definitivo. Cómo usar nuestra energía y en base a qué principios, determina toda la vida. Cómo será nuestra vida depende de cómo usemos nuestra energía. Si la despilfarramos o no, si la concentramos o la dispersamos. Ahora mismo, con la atención, por ejemplo, hay una crisis muy grande. Una crisis buscada porque así nos seducen con más facilidad. Porque así somos ovejitas que vamos de un lado para otro, donde indica el perro de turno. Así que es muy necesario concentrarnos, hoy más que nunca. Tener nuestro tiempo bien pautado y ser dueños de él todo lo posible. Pasar de ver series a protagonizar nuestra propia serie.

Circunstancias que nos llevan de un lado para el otro. Podemos contrarrestarlas con creciente disciplina y, sobre todo, asimilando la importancia de tal tarea. Significa vivir una vida de otro o vivir la propia vida. Cada uno tiene aquí sus hándicaps y estamos a la deriva en un mundo extraño, en una vida rara, rodeados de seres que se mostrarán según seamos nosotros con ellos pero, también, según sean ellos con ellos mismos y con nosotros. Un toma y daca, una batalla sin cuartel en donde la pugna por el dominio de la atención y de la energía es lo más encarnizado que existe como guerra. Es un universo claramente depredador y depreda varias cosas, todas muy valiosas. Una de ellas es el tiempo. Cuánto tiempo nos han quitado… Cuánto…

Ian

La danza de la vida

Comienza con un llanto desconsolado y se puede terminar de múltiples maneras. Es un baile que todo el mundo que nace tiene que bailar, sepa o no bailar. Con las idas y venidas de la vida vamos meciéndonos, unas veces más rápido, otras veces más a compás. Con las mecidas nos vamos cansando y el baile va acercándose a su fin. Pero ocurre que no nos sabemos la canción y, por lo tanto, tampoco sabemos cuándo va a acabarse.

En la danza hay tropiezos y momentos de brillo intenso. Todo ello es pasajero, no tiene asidero. Podemos estar muy seguros de algo y al día siguiente cambiarlo. Porque aquí no hay nada seguro y, si hubiese algo seguro, es eso, que no hay nada seguro. Todo es cambio, todo transformación, todo movimiento, todo acción. No podemos negarlo, es imposible no pensarlo. Si miras al mundo ves un espejismo, algo que está cambiando todo el tiempo y que nos hace ser diferentes a cada instante. Sólo hay algo que está detrás de todo y que no cambia. Es el observador de la obra.

Ese observador es, a la vez, el director de orquesta y también los músicos y los bailarines. Todos al compás somos el mismo ser desde diferentes puntos de vista. Estamos todos viviendo un papel protagonista y, a la vez, somos espectadores del gran teatro de la vida. Qué cosa más curiosa este teatro extraño.

Ian

El amor propio

No sé qué es el amor propio, porque no sé qué es el amor. Puedo aproximarme a intentar saber qué es, pero me queda muy lejos teórica y prácticamente. No quiere decir que no ame, amo como mucha gente ama, quizá, pero también como sólo yo sé hacerlo. Pero estoy perdido en ello, no sé realmente qué es el amor salvo por momentos concretos que he experimentado una fuerza muy grande que se podría llamar amor. Amamos con poca potencia en general. Lo que todo el mundo entiende por amor es algo escaso, que se da en momentos concretos y también por interpretaciones.

Interpretamos el amor que otros nos dan de maneras propias, cuando pienso que se debería interpretar más con maneras ajenas, ya que es la otra persona la que nos está amando a su manera. Algo que podemos interpretar como indiferencia, puede ser amor por parte de esa persona que parece indiferente. El amor propio, entonces, es aquel que nos daríamos a nosotros mismos si nos conociéramos desde fuera. Nos amaríamos como amamos a otros porque es como nos gusta que nos amen, en principio. Pero con nosotros mismos ocurre algo curioso.

Nos amamos poco o nada, dependiendo del caso. Poca gente se ama genuinamente y con verdadera potencia. Para ello hay que conocerse, aceptarse, perdonarse y asimilar la sombra de cada uno. También hay que saber amar y amarse con toda la severidad que ello implica. Se acaban entonces ciertas complacencias y uno se vuelve más disciplinado en cuanto a su cuidado en todos los aspectos. Pero lo hace por amor, no por miedo, o por dolor, o por acumulación de pensamientos. Lo hace por amor propio.

Al final amar es un arte que tiene que ver con la libertad. Por ello hay que romper con el miedo a la libertad ejerciendo, cada vez más, la libertad y el propio desempeño gracias al creciente amor propio. Todo va de la mano. Al igual que cuando no hay amor propio hay cada vez más tiranía de los sentidos y de los placeres y somos yonkis de los vicios en los que nos vamos metiendo poco a poco. Cambiar esto por amor propio es una de las cosas más bellas que se pueden hacer por uno mismo y por los demás.

Ian