El valor que le damos a las cosas

Pienso que le damos demasiado valor a las cosas y poco a las personas. Nos han roto el corazón muchas veces (llegadas ciertas edades) y no confiamos ya en las personas como lo hacíamos antes. Es una pena, porque esa falta de confianza es la que suele crear la desconfianza. Se van sumando desconfianzas y malos entendidos. Pero bueno, es el curso que suelen llevar las cosas si no se trabaja en el propio pensamiento y en el propio sentimiento. Claro que pueden existir confrontaciones y momentos de roce e incluso violentos. Es difícil cuando las cosas se ponen así. Pero hay que ver también que muchas veces esas emanaciones son producidas por el subconsciente y se trata de sentimientos enconados o de pulsiones no resueltas.

Vamos, tampoco soy yo ningún psicólogo ni psiquiatra como para saber concretamente por qué ocurren estas cosas. Pero si es verdad que he estudiado el comportamiento hasta cierto punto. El mundo está lleno, además, de seres bastante desalmados que pueden hacer lo que sea si se ven impelidos a ello por su propia psique. Yo quería hablar del valor que le damos a las cosas y me he ido un poco por los cerros de Úbeda. El valor que le damos a las cosas es momentáneo, no dura en el tiempo. Si la cosa envejece puede perder o ganar valor, pero nunca lo mantiene. Las cosas son de la ilusión, van y vienen.

Ese ir y venir es pasajero y hace que también el valor que tienen las cosas sea pasajero. Algo parecido, si somos fieles a lo que ocurre, creo que ocurre con las personas. Pero el valor puede variar mucho, de querernos mucho a odiarnos o de no querernos nada a querernos muchísimo. Existe el amor de padres y madres que dicen que es el más potente que existe y que es incondicional. El mundo es un sitio muy raro en donde parece que estamos siendo puestos a prueba de alguna u otra manera y que nos lleva hacia el final con alguna clase de conclusión.

Ian

Sobre la Creatividad

¿Qué ocurre si no somos creativos? ¿Sería un problema no ser creativo? Hay mucha gente que no es creativa, que no tiene una actividad creativa en su vida, por lo menos durante una etapa curiosa de su vida. Y no pasa gran cosa con esto. Sin embargo, es algo que, de alguna manera, genera una presa hacia el torrente de sentimientos y pensamientos que se tienen en la vida. Esa presa puede llegar a desbordarse o incluso destruirse si no se liberan esas emociones y pensamientos.

Vamos acumulando, si no creamos, muchas cosas. Crear es como excretar de alguna manera. Existe una pulsión dentro que se expresa fuera. De chicos a todos nos gustaba dibujar o a casi todos, sino era dibujar era bailar o saltar o jugar a fútbol. Lo que fuese, pero había actividades que servían de expresión que nos liberaban los sentimientos y los pensamientos. A medida que hemos ido creciendo nos han ido capando este tipo de actividades (a la mayoría, por lo menos). Unos pocos hemos tenido la suerte de que se nos potenció la creatividad de alguna u otra manera. No es algo que sea lo mejor del mundo, ni mucho menos, pero sí es algo que es necesario. Si no se tiene se echa en falta. Se siente un vacío, una necesidad.

La creatividad es, además, algo que puede llegar a ser monumental en cuanto a lo creado. Si el artista es lo suficientemente brillante puede crear obras de todo tipo maravillosas, que deleitan la vista, el oído, vamos, los 5 sentidos a fin de cuentas.

Ian

Qué cosas tan delicadas ocurren todos los días

Con el poder de una tormenta o de la erupción de un volcán, las cosas delicadas de la vida van tejiendo el fluir de los destinos, de cada ser, de cada circunstancia. Es curioso como una palabra suave o un ¡Ánimo, tú puedes! puede implicar el cambio en el curso de una vida para bien. Aquí hablo de la delicadeza de lo bueno, del buen hacer. Del mal hacer ya hay mucho escrito.

Lo delicado conforma, a mi modo de ver, las fortalezas necesarias para lograr verdaderos cambios en cualquier ámbito de la vida. Cómo el recuerdo de un día en la vida puede cambiar los ánimos para bien de muchas personas. O pasar tiempo juntos, mirando un paisaje, casi sin decir nada. El tiempo casi se congela y todo se suspende por un momento. Podemos lanzarnos al vacío de un momento y su delicadeza puede producir cambios en nosotros. Cambios profundos y positivos, transformadores para bien. Esos momentos son oro y, normalmente, si no te fijas, pasan desapercibidos.

Tener la sensibilidad y la agudeza mental que permite notar esos momentos hace que la vida sea mucho más intensa. Pero es una intensidad cristalizada, de facetas suaves y uniformes, que acompaña el mecer de los cambios y apoya en los grandes desniveles. No se trata de una intensidad como la que producen deportes de riesgo o las drogas, no. Es la intensidad que se siente en un abrazo real, dado por ambas partes. Ser así de perspicaz sirve para estar en una especie de paraíso en medio del infierno. Don Juan de Castaneda hablaría de la zona de no compasión que se puede seleccionar con un movimiento del punto de encaje. Un movimiento muy concreto.

Una vez conseguí ese estado y no me gustó nada. Duró 3 días aproximadamente. Después de un intensivo de pases mágicos se me movió el punto de encaje a esa zona ¿Por qué sé que era esa zona? Por que no sentía nada, estaba como en un limbo de sentimiento. Pero si me contaban el chiste más bueno del mundo, no podía reírme. Era muy raro, era como no ser humano. Y conseguí mover mi punto de encaje a la zona común en la que el 99,9999% de la gente está y lo hice dejando de fijarme en que no estaba en la zona de la no compasión. Porque pensarlo una y otra vez me atraía a esa zona.

Así que te invito a descubrir las cosas delicadas, las pequeñas cosas y los detalles que hay en el mundo, no sólo en el mundo humano. En el mundo animal, vegetal y, por qué no, mineral también. El mundo en general está rebosante de mensajes escritos en lo delicado ¿Y si los escuchamos?

Ian