Todo es más fácil de lo que parece

Sin embargo, nos solemos decir que todo es muy difícil. Pero de pequeños no pensábamos en términos, generalmente, de fácil o difícil, sino de divertido o aburrido. Si nos divertía daba igual lo difícil que pudiese ser. Se me ocurre ahora cuando cargábamos un juego en el Spectrum y tardaba casi 2 horas en cargar y podía pararse a la mitad o los tres cuartos. A rebobinar la cinta con un boli y a esperar otras 2 horas a que cargase. Así se nos iban las tardes.

Ahora es impensable que un joven se tire toda la tarde para jugar al ping pong de dos rallitas y una pelotita. Sin embargo, aquello era fácil también. Se tardaba más, pero era fácil. Todo es cuestión de insistir y de tiempo, de constancia y de paciencia. Así que todo es más fácil de lo que parece. Ese trauma que tienes que piensas que nunca vas a poder sanarlo, también tiene cura y sanarás. Ponle tiempo y dedicación, constancia en la búsqueda y conseguirás sanar.

Este mismo principio se puede aplicar para conocer formas de conocimiento que te ayuden en la vida. Si freímos un huevo porque sabemos cómo hay que hacerlo, lo mismo aplica para todo. Y dirás, ¿Qué tiene que ver un huevo con el conocimiento? Pues mucho. Si conocieras la forma de hacer mucho dinero podrías aplicarla y entonces, inevitablemente, harías mucho dinero, ¿verdad? Pongo el ejemplo del dinero porque desde casi siempre el ser humano ha flipado con el dinero. Pero, ¿Qué me dirías si te dijera que existe un conocimiento mucho más importante que el saber hacer dinero? Uno de los verdaderos tesoros es el conocimiento de aquellas cosas que de verdad son importantes y valiosas. Aquellas cosas que en el lecho de muerte harán la diferencia entre morir tranquilo o no…

Ian.

¿Quién eres tú?

Y ¿Quién soy? Son grandes preguntas. Preguntas que nos hacemos lo queramos o no, de una u otra forma. Utilizamos mucho ruido para tapar las pocas nueces que nos dirían la respuesta a esas preguntas. Ruido en forma de relaciones esporádicas, vicios, redes sociales, móvil, etc. Utilizamos ese ruido porque nos da miedo la respuesta a la pregunta. Nos da mucho miedo, porque puede que la respuesta sea que no somos lo que creíamos ser, con lo que moriríamos a lo que éramos a nuestro parecer.

Preguntarse estas preguntas es muy peligroso. Hay que hacerlo con gentileza, con amor y con compasión. Indagar paso a paso y según se vaya pudiendo. Es normal flaquear y acercarse a algún vicio que nos evada de la búsqueda, pero cada vez hay que ser más estrictos a la hora de buscar las respuestas si queremos dar con ellas en vida. Hay que tener en cuenta que son clave en la resolución del juego de la vida y, por ello, están muy bien protegidas por fuerzas que nos distraerán rápidamente de dar con las respuestas.

Cada uno de nosotros somos un rompecabezas que lleva a una respuesta única a estas preguntas, pero, a la vez, es la misma respuesta para todos. Es una paradoja, como todo lo que es verdad. Los seres humanos que llegan a dar una respuesta a las preguntas básicas de la vida en teoría pasan el juego de la vida y entran en otra dimensión del mismo, desde la que imagino que serán una especie de protectores del juego o simplemente descansarán, no lo sé. Esta es toda mi especulación extraída de haber leído e investigado en muchos lugares diferentes para poder dar respuesta a estas preguntas ciertamente. Si quieres aventurarte aún más en ella, pincha aquí

Ian.

¿A qué estamos jugando?

Mirada desde un punto de vista concreto, la vida parece un juego. Con sus reglas, fichas y casillas. Con sus propiedades y desafíos. Pero, ¿Qué se gana realmente en este juego si es que hay algo que se gane? ¿Y, para qué queremos ganarlo? Por lo que yo puedo ver se gana conocimiento o, mejor dicho, sabiduría. Lo que pasa que no todo el mundo gana la misma cantidad de sabiduría. Hay seres humanos que exprimen más el juego y aprenden más y son capaces de manejar más situaciones a la vez y entonces se puede decir que son más sabios.

Y hay otros que no hacen nada prácticamente diferente un día de otro. Yo me incluyo más en el segundo grupo que en el primero. Me gustaría pasarme al primero y en ello estoy. Existen muchos frenos para no lograrlo y forman parte del aparatoso juego en el que estamos metidos. Para avanzar en el juego diseñé una serie de normas (están aquí…) o formas de conducta que me hicieran avanzar cada vez más rápido por la senda estrecha y angosta del conocimiento y la sabiduría. Lo que pasa que me atasqué en cierta parte del camino y estoy intentando desentrañar mi propio rompecabezas.

Es algo que pasa muy a menudo y es algo que se puede ver en los videojuegos. Llegas a una mega construcción con un enigma que has de resolver si quieres salir. Y te pones y te pones, pero no lo sacas. Y pasas días reales jugando el juego hasta que das con la tecla o te buscas un videotutorial de cómo salir. La verdad es que incluso con videotutoriales hay juegos que son muy difíciles de pasar. Pues imagina entonces la vida que es el juego más complejo jamás ideado. Tal vez sea que haya que imaginarlo como el juego más sencillo jamás ideado y resulte ser así.

Algo así como la veía Forrest Gump, sencilla y maravillosa. Pero también se puede ver compleja y horrible… Total, que lo importante en este juego parece ser cómo te tomes tú la vida y cuánto estés dispuesto a avanzar en el juego de la vida para llegar a ver qué niveles hay o cuántos niveles eres capaz de resolver… Yo pienso que existe una forma de estar y ser en la vida que desbloquea todos los niveles y esa es la que busco. Sería la forma de estar de Buda o de Cristo. Ambas mejor que mejor. Porque para mí Buda representa la Sabiduría y Cristo el Amor. Ambos tienen amor y sabiduría en sí, pero encarnar los dos a la vez como estado de conciencia sería casi seguro un desbloqueador del juego a niveles inconcebibles. Dicen que hay que soñar a lo grande, pues ahí tienes mi sueño

Ian.