
Ambos te llevan a recordar, te jalan al pasado y hacen que vengan recuerdos que estaban escondidos. La colonia que usaba tu abuelo, o tu madre. El olor a madera quemada. La música de aquel disco que no parabas de escuchar cuando tenías 15 años y que vuelves a escuchar ahora a los 42. También sirven para refugiarte en el presente de tu presente, en cierta medida. Edulcoran el presente. Pero bueno, mejor eso que fumar porros (cosa que he hecho) o beber alcohol. Al final parece que la vida es una especie de viaje hacia una vida libre de edulcorantes y sensata al máximo posible. Hay quien se queda muy atrás en ese camino y hay quien llega a la “iluminación”, pero son los menos.

Estoy de acuerdo con los coach que advierten sobre el peligro de escuchar música, sobre cómo nos aleja de la vida real. También advierten de que, por desgracia, la música suele estar llena de subliminales y técnicas que sirven para que la escuches una y otra vez. A parte de que la industria musical está muy manchada con maquiavélicas artimañas y satánicas técnicas que no son nada bonitas. Hablamos de cosas muy oscuras… por lo visto. Cosas que prefiero no mencionar y dejo aquí esta línea argumental…

Luego está el perfume que usaba tu primera novia y que, si lo volvieses a oler casi que volverías a enamorarte en parte… Y la música que escuchaban tus amigos. Cada vez que la escuchas rememoras aquellos bellos años de juegos y risas. Qué tiempos más bonitos en general. Que luego tenían lo suyo también. Que te pegaran por ser así o asao, que te insultaran o que te ningunearan. Pero eso no lo hacían tus amigos, en general…
Al final estamos hechos de historias y la música y los aromas nos traen a la memoria muchas de ellas, y de todas clases…
Ian.
Pd.: El sentimiento y los recuerdos son inevitables hasta cierto punto, pero existe un conocimiento que permite regular estos estados, de grado a grado y lograr que no nos afecten para mal y que, a su vez, nos afecten para bien. Si quieres saber más, pincha aquí…







