O morir para volver a nacer ¡Qué necesario! ¡Qué oportuno! ¡Cuánto nos ahorraríamos muriendo a lo antiguo y naciendo a lo nuevo! Porque ya estamos muertos en vida muchas veces. Somos como zombis que avanzan lentos y apesadumbrados por arrastrar todos los dolores y aflicciones que hemos vivido y que no soltamos. Hace falta una gran limpieza, una gran renovación y traer el espíritu a la tierra para que la tierra se convierta en cielo.
Morir sin miedo, morir como una explosión de libertad que nos trae de nuevo a la nueva vida, a un nuevo amanecer. Y ver el brillo de los primeros rallos de luz que acarician nuestra cara. Seguramente con lágrimas en los ojos. Seguramente serena y con los ojos entreabiertos, para recordar lo que dejamos atrás y no volver a ello nunca más. Nos hemos liberado entonces de las grandes ataduras, los lastres aparentemente imposibles de liberar.
Que gran momento el renacimiento. Todo vuelve a ser como cuando éramos niños. Todo vibrante, puro, majestuoso. Si miramos hacia adelante sólo vemos posibilidades infinitas y verdad en nuestro presente para navegar el océano del tiempo seguros. Pero esta vez seguros por nosotros mismos, no por supuestas seguridades externas que sólo nos ataban más y más. Por fin somos lo que siempre fuimos, pero teníamos miedo de ser. Ahora ya no hay cabida al miedo ni a la ignorancia ni a la complacencia. Todo pasó y sólo queda el paraíso de ser libres por fin, por primera vez en la vida… Con toda la responsabilidad que eso conlleva…
Ian