¿Qué eres?

Primero veamos qué no somos. No somos nuestro trabajo o desempeño. No somos nuestros gustos y aficiones. No somos nuestros anhelos y deseos. No somos nuestras aspiraciones. No somos nuestros pensamientos ni nuestros sentimientos. No somos nuestros títulos. No somos cualquier cosa que podamos pensar que somos, porque no somos el pensamiento. El pensamiento va y viene, nosotros siempre estamos detrás observándolo, por lo tanto no podemos ser nuestro pensamiento.

Lo que somos es una incógnita. Lo podemos llamar el océano de la conciencia, el observador, Dios. Hay varias formas en que podemos hablar de ello, pero no sirve de nada. Sólo se puede experimentar, pero da vértigo experimentarlo. Para experimentarlo se puede uno quedar en una habitación sin ningún estímulo mirando a la pared sin esperar nada y sin tiempo definido. Entonces comenzará a darse una incomodidad creciente y la “actividad” tendrá que cesar porque podríamos volvernos locos si se está empezando.

Existen personas que hacen retiros de oscuridad en los que se pasan en plena oscuridad desde un día a varios días. No se trata de hacer eso, por ahora. Quizá en un futuro podría ser. Pero sí de aislarse un poco y estar uno consigo mismo hasta poder presenciar la propia presencia, digamos, sin intermediarios ni distracciones que lo impidan… Ahí lo dejo como practica interesante si queremos saber qué somos realmente. Y lo bueno es que eso de dejar las caretas y ser eso que somos trae todo lo demás… Y todo lo demás vendrá por añadidura…

Ian.

Cuando hay un vacío en el alma

Cuando ya no se siente igual, cuando todo parece ser lo mismo. Cuando no hay para avanzar ni retroceder. Cuando nada es más que nada, como siempre fue. Cuando nada te atrapa y todo te enreda, a la vez. Cuando no hay por dónde cogerlo, como se suele decir y, a la vez, tienes un mechón de pelo al que te puedes agarrar, como pasa con el Dios Kairós. Cuando el mundo es una canción anodina que no tiene ni ton ni son. Cuando esperas, pero ya no quieres esperar más.

Es entonces que puede llegar una pequeña esperanza o una gran epopeya, quien sabe. Puedes tomarla o no, enamorarte o no, dejarte llevar o no. Lo que es preferible nadie te lo puede decir. Haz lo que quieras, al final siempre hacemos lo que queremos. Caminar por el sendero afilado o por camino ancho, cada uno elige a cada instante. Podemos ser más “libres” o se más “esclavos”. En ambos casos estamos jugando, jugando al juego más extraño de todos los juegos. Y podemos errar una y otra vez, volver y volver o salir del bucle, aunque sea por probar algo nuevo, por lanzarse a la piscina y quitarse el calor.

Total, ¿qué más da? Si lo miras profundo, hacemos muy poco de manera consciente y real. Nos movemos por millones de automatismos y la gente que de verdad sí hace algo interesante en su vida es muy poca, la verdad, y yo me incluyo. Sin embargo, yo me pregunto para qué sirve todo, para qué hacer tantas cosas, para qué perseguir tantos sueños… Es una locura, un frenesí, una tortura, el perseguir. En lugar de dirigir nuestra energía y atención a descubrir nuevos mundos, nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de ser pero no para ser más productivos, no, sino para ser la pulsión que somos. En lugar de eso dirigimos nuestra energía y atención a cosas que son siempre las mismas. Ojo, que se pueden dirigir la atención a las mismas cosas y ver nuevos mundos cada vez, nueva gente, nuevas formas de relación, etc.

Pero la gente en general se queda con los bucles aprendidos y si les cambias esos bucles no aguantan y, nuevamente, me incluyo. Nadie está libre de pecado, digamos. Pero no importa, aquí hemos venido a pecar y luego a intentar ser más puros. Tampoco me gusta mucho el concepto de pecado. Para mí es ceder la energía a sumideros de energía, es ensuciar la propia atención y el ser, aunque sea realmente imposible de ensuciar ni la atención ni el ser. Estamos bien como estamos, como somos. Creo que lograremos dentro de poco tiempo una emancipación como especie en colectivo que logrará que suban los niveles de conciencia en todo el planeta y que las cosas que vivamos y hagamos sean mucho más maravillosas de lo que ahora lo son…

Ian.

¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer?

En nuestra conciencia habita un océano infinito de sabiduría, sólo que nos mantenemos en la cresta de las olas y no accedemos a él conscientemente. Es raro, porque realmente sí accedemos, pero es como que no atendemos, no nos damos cuenta. Si nos encomendásemos a ese océano al que podemos llamar Dios las respuestas vendrían solas. Yo estoy haciendo eso ahora mismo con este escrito. No sé lo que voy a escribir, pero lo escribo aun así porque se podría decir que es dictado y, a la vez, nace de mí, es genuinamente mío.

Entonces el problema es qué hacer cuándo no se sabe qué hacer. Ahí está el momento de lanzarse a realizar cualquiera otra tarea y dejarse llevar por la misma. Lavar los platos, barrer, hacer la cama o escribir. No sé, hacer música o hablar con un amigo o amiga, pero no del tema en concreto sino de cualquier otra cosa. Entonces, llegado el momento, algo surge. Una idea, una inspiración, una emoción que nos lleva a saber qué hacer sobre lo que antes era una incógnita.

A fin de cuentas, todos los problemas están resueltos ya, lo que pasa que todavía no lo sabemos. Antes o después llegará el momento en que ese problema dejará de serlo, sea porque está solucionado o porque no había nada que solucionar ahí. Muchas veces observamos algo como un problema y realmente no existe como tal, lo creamos en nuestra imaginación de manera irreal, digamos. El asunto en cuestión nunca fue ni será un problema…

Ian.