Sobre el dinero

La era de la comunicación

Estamos en la era de la comunicación, según parece. Nunca antes, que sepamos, habían habido tantos medios para comunicarnos como ahora. Tantos medios para expresar. Sin embargo, lo que estamos experimentando es justo lo opuesto. Una comunicación cada vez más paupérrima, más deficiente. El número de palabras que usamos ha disminuido una barbaridad y los jóvenes se mueven en torno a 250 palabras en total para comunicarse.

Las ideas que se comunican, además, son cada vez más pobres en riqueza y variedad y se está homogeneizando el pensamiento de manera que ya se puede decir que estamos viviendo la era del pensamiento único. Pensar de una manera diferente a este pensamiento único significa directamente estar loco, ser un conspiranoico o un negacionista. La verdad, creo que este pensamiento único no va a poder mantenerse mucho tiempo porque es demasiado artificial y espero que cada vez más personas se revelen ante esta imposición que no se sabe muy bien de donde viene, pero si sabe bien que es una imposición en toda regla.

Se puede pensar que vamos hacia una especie de mutismo en el que se viva como si fuésemos robots que se dedican a hacer sus tareas y poco más. Todos «conectados» pero «desconectados» totalmente, cada uno en su isla tecnológica y siendo algo así como una gallina ponedora de huevos. Ojalá todo esto sólo sean los delirios de un delirante e imaginativo escritor que está viviendo una etapa rara de cojones.

También se puede esperar el escenario opuesto (que es el que yo espero), en el que la humanidad tenga un resurgir, una especie de «desperece» y un número gigantesco de personas despierten a la vida, se opongan a seguir alimentando al sistema tal cual está siendo alimentado ahora mismo y cambien, entre todos, el rumbo de los acontecimientos que, como parece, nos lleva a un estatismo Orweliano muy feo.

De todas todas, esperemos que el despertar se dé como revulsivo natural a esta especie de sedación de las voluntades gigantesca y que da miedo y podamos ver un nuevo amanecer libres en gran medida de esta bota que nos aplasta la cabeza cada vez más, aunque lo haga con una suavidad que impide a la mayoría ver que está siendo pisoteada.

Ian

¿Quién sabe quién es quién?

¿Por qué prácticamente todos juzgamos a otros y los encasillamos en una forma de ser o en un punto de vista propio cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos? Me he preguntado muchas veces si me conozco, si me conozco verdaderamente hasta algún punto en que pueda decir con certeza: yo soy así o asao, yo soy esto o aquello, etc. Todavía llego a la misma conclusión: no me conozco a nivel práctico como no conozco casi nada, por no decir nada. El abismo de desconocimiento es mucho mayor que el rinconcito de conocimiento que pueda tener. ¿Cómo voy a pretender conocer a otros?

Está claro que en la medida que me acerco a lo que sea que soy, creo que también me acercaré a lo que los otros son. Pero para ello tengo tanto que olvidar, tanto que desaprender, que me parece casi imposible la tarea de llegar a lo que soy porque hay tanto que creo que soy, tanto condicionamiento, prejuicio e ideas preconcebidas de cómo son las cosas que me cuesta hacerme a la tarea titánica de limpiarme de todo ello.

Sin embargo sé que tengo que liberarme de todo lo que pueda de esos condicionamientos y prejuicios hacia tantas cosas porque sólo tengo esta vida para poder conocer aquello que soy, o por lo menos acercarme lo más posible. En ello estoy y, de alguna manera, escribir aquí es una especie de purga de ideas. Poner en negro sobre blanco las ideas que se tienen y luego repasarlas sirve de mucho a la hora de identificar qué somos o por dónde vamos al menos. Y si esto puede servir a otros también pues mejor que mejor.

Al final estamos solos en esta extraña travesía que es la vida y no sabemos dónde iremos a parar en el futuro, pero sí sé que cuanto más me conozca y me libere de aquello que no soy, mejor voy a poder manejarme para llegar allí donde llegue. Que las circunstancias que me toquen vivir las viva desde el ser que soy de la manera más genuina posible y que ello me permita, a su vez, conocerme todavía más. El objetivo aquí, parece ser, amar de la manera más profunda que podamos, porque amar es tener consciencia a un nivel muy sutil y poderoso de aquello que es objeto de nuestro amor. Por eso todo es una guerra por la consciencia, por apagarla o por encenderla. Es un juego de amor o una guerra de consciencia, depende de cómo se mire.

De todas maneras, no hagas caso de mis soliloquios, de mis divagaciones. De mis idas y venidas de olla, porque, a fin de cuentas, tengo tanto que limpiar de lo que no soy y creo que soy, de lo que sé y realmente no es saber, que mejor que nadie me haga caso… Cada uno que saque lo mejor de cada situación a su manera y espero que esta «situación» en forma de escrito te sirva para sacar algo en claro interesante y, sobre todo, de provecho para ti.

Ian