¿Responsables?

¿Hasta qué punto somos responsables de lo que nos pasa? Nacemos sin saber nada y todo lo que nos rodea, desde nuestra familia a nuestro ambiente, amigos, vecinos, etc. nos «enseña» cómo es la vida. Luego están los instintos, las inclinaciones que nacen de nuestra naturaleza debido a las circunstancias internas y externas que nos van modelando. Si investigamos y no nos conformamos con lo que el mundo nos dice puede que lleguemos a darnos cuenta de que en gran medida somos responsables de lo que nos ha pasado en la vida. Pero, en realidad, a un nivel inconsciente, debido a que todavía no habíamos acumulado la experiencia suficiente ni habíamos tenido maestros o maestras que nos hubiesen puesto en el camino de la propia responsabilidad.

¿Qué ocurre cuando uno se da cuenta de que es responsable de su vida? En ese momento muchas situaciones y vivencias se agolpan en el recuerdo y nos hacen revivir las situaciones de la vida en las que lo pasamos mal con otro color, con otro cariz. También aquellas en las que lo pasamos bien, pero las negativas parecen tener más peso, ser más espesas mental y sentimentalmente hablando. Todo ello debe ser, desde ese momento, sopesado y digerido de nuevo, a la luz de la nueva forma de enfocar la vida. Eso lleva un tiempo y puede conllevar incluso depresión y malestar.

Sin embargo, si se avanza en el camino paso a paso y se se continúa a pesar de las sensaciones y reflexiones que se puedan tener, la vida se va aclarando y nos hacemos cargo de nosotros mismos cada vez más. Unos tardarán más y otros menos, pero se tiende a ello y es a lo que hay que tender. También nos encontramos con trabas grandes porque nos hemos creado una imagen falsa de nosotros mismos durante mucho tiempo, imagen que también hemos proyectado a los otros y esto nos «encarcela» de alguna manera.

Llegado el momento hay que romper con el arquetipo familia, por ejemplo, porque nos atrapa en una forma de ser que no es la que estamos demandando ser desde nuestro interior y nuestra nueva forma de enfocar la vida. El arquetipo de la psicoregión en la que vivimos también se tiene que romper de alguna manera, cambiando los hábitos y las formas en que nos relacionamos.

Luego está el tema del desconocimiento que hace que nuestra responsabilidad no pueda ser total debido a que hay millones de cosas que desconocemos y que, por ello, afectan a nuestro comportamiento y a las decisiones que tomamos. Un ejemplo puede ser el hongo cándida. El hongo cándida nos controla químicamente para que comamos azúcares y masas, por ejemplo. Hay una gran cantidad de la población mundial que está infectada por el hongo cándida y guiamos nuestros impulsos alimenticios debido a este hongo. Pero no sólo impulsos alimenticios, sino energía, pensamientos y diría que sentimientos.

Total, que somos responsables de nuestra vida, pero hasta cierto punto, porque hay múltiples factores que no podemos controlar directamente con nuestra voluntad y que nos afectan a la hora de tomar decisiones y poder ejercer nuestra responsabilidad que es, ni más ni menos, que eso, la habilidad de responder.

Ian

La importancia personal

La importancia personal es un concepto que viene de los chamanes toltecas que conoció y de los que aprendió Carlos Castaneda. Me gusta más que el concepto «new age» de ego. Para mí el ego es indispensable porque sin él estaríamos enajenados, no tendríamos un centro de identificación, aunque, como comenté en otro artículo, realmente somos muchos egos. El tema es que denominar «importancia personal» al darse importancia sobre los demás, es muy acertado a mi modo de ver. Todos tenemos una importancia personal descomunal por lo general. Este «problema» hace que perdamos mucha energía en esa importancia personal, porque nos prestamos demasiada atención y se la restamos a asuntos mucho más necesarios que nosotros mismos y nuestros ombligos.

Es normal, hasta cierto punto, prestarse atención, pero la importancia personal hace que nos comparemos con otros, que envidiemos, que odiemos, en general que gastemos mucha energía en cosas que sólo nos perjudican realmente. Así prestarse atención en este sentido es contraproducente. Es como un vicio. Sabes que está mal, pero sigues haciéndolo. No voy yo a solucionar aquí algo con lo que estoy lidiando, como todos, pero sí quiero exponerlo por si a alguien le pudiese interesar o para reflexionar sobre este punto.

Se supone que para librarse de la importancia personal hay que hacer varias cosas, según los chamanes. Que yo recuerde habría que hacer recapitulación de la vida, de todas las relaciones que se han tenido con otros seres humanos desde el presente hasta el pasado más remoto y «respirar» cada interacción. En la inhalación recoger la energía que entregamos en la interacción (las primeras interacciones a tratar son las sexuales porque son las que más energía consumen) y en la exhalación soltar la energía que nos cedieron los otros. Así hasta acabar con nuestros padres y hermanos.

También habría que llevar una vida lo más impecable posible, para no perder energía nuevamente y poder así «combatir» la importancia personal. Se tendría que adoptar también la llamada «humildad del guerrero» que no es como la «humildad del pordiosero». El pordiosero se humilla ante el que cree que es más grande que él, pero exige que se humillen ante él los que cree que son inferiores a él. La humildad del guerrero trata a todos por igual, porque sabe que todo es igual y en su trato hace como en la parábola del Tao y el arquero. En esta parábola el arquero tensa su arco rebajando lo elevado y elevando lo rebajado.

Por último, y que yo recuerde (muchas cosas me dejo en el tintero seguro), hay que acechar y ensoñar. El arte de acechar tiene un artículo al que redirecciono en el link de la palabra «acechar», pero diré que es el arte de utilizar el «person» o máscara a voluntad para no perder energía en las interacciones con los demás. Todos actuamos de una manera u otra según nos relacionamos con unas personas u otras. El arte del acecho consiste, pues, en utilizar esto de manera consciente. Si tratamos con un jefe déspota usar un person que sea el más propicio para tratar con ese jefe mientras tengamos que lidiar con él.

El ensueño se trata del control de los sueños, digamos. Es un arte también y tiene muchos vericuetos, pero para lograr ensoñar, entre otras cosas, hay que permanecer célibes. De esta manera la energía sexual nos impulsa a ensoñar y poder entrar en nuestros sueños con conciencia y poder usar todo el caudal de información y aprendizaje que se puede dar en ellos para nuestro beneficio. Uno de los beneficios es que minimiza la importancia personal porque la atención ya no está tan centrada en el mundo cotidiano, sino que se divide entre la vigilia y el sueño y todo deja de ser tan importante.

Todo esto que he contado para mí es teoría en parte y práctica en parte. Estoy muy lejos de ser un guerrero impecable, pero hacia ello me dirijo si así me lo permite el intento. Espero que te sirva este artículo para algo y sino, pues nada, ahí queda como una expresión de mi ser que, por lo menos, me ha dado para escribir un ratito agradable…

Ian

Hipnosis

Escuchar mientras se lee…

Todos estamos en un estado hipnótico complejo y con muchas vertientes. Se le llama en esoterismo «El sueño vigílico». En este estado todos tenemos un corpus de creencias sobre cómo es el mundo y sobre cómo somos nosotros en el mundo. La cuestión es que la gran mayoría de las personas tenemos muchísimas creencias o programaciones hipnóticas que no son nuestras, vienen de fuera, de otros que ya estaban antes que nosotros. Pueden ser nuestros padres, nuestros amigos, la televisión, la religión, etc. Toda respuesta hacia una pregunta dada que se repita se puede decir que es producto de una hipnosis.

Si yo le pregunto a alguien al azar ¿Qué forma tiene el planeta Tierra? La respuesta inmediata va a ser «redondo» o «esférico» en el mejor de los casos. Sin embargo, si a la persona se la «desprograma» un poco diciéndole «¿tú lo has visto con tus propios ojos?» lo que va a ocurrir ahí y que seguramente esté ocurriendo en ti ahora mismo, es una reacción violenta hacia esa humilde pregunta. ¿Por qué? Porque cuestiona de una forma rotunda un corpus de creencias insertadas por otros y en el que estamos cómodos porque lo damos por sentado. Sin embargo, siendo honestos con nosotros mismos, realmente no sabemos cómo es la Tierra. Es más, se supone que la Tierra gira a 1670 km/h en el ecuador, según la «ciencia», pero nadie nota ese movimiento vertiginoso. Parece que la ley de la inercia deja de funcionar en masas muy grandes.

El ejemplo de la Tierra es tan solo uno. Si le preguntas a una persona al azar ¿El hombre viajó a la Luna? La respuesta será, «sí claro, por supuesto» o algo parecido. Es otra cosa que muchísima gente da por sentada cuando hay miles de evidencias de que no fue así si se investiga un poco. Además, sólo hay que ver el supuesto módulo lunar y la tecnología que existía en aquella época y ver lo ridículo de pensar que con eso fueron y vinieron de la Luna. Pero no sólo eso, ¿por qué no se ha vuelto a ir a la Luna?

La creencias hipnóticas implantadas son miles y limpiarse de ellas es un trabajo arduo que significa un choque con uno mismo, pero también una liberación muy grande una vez se ha conseguido limpiar una cantidad razonable de creencias hipnóticas que nos han inculcado unos que sí saben cómo es la Tierra, dónde estamos metidos y qué pasa con este juego y que, por supuesto, emplean un trabajo monumental en hacer que los demás no sepamos de qué va y qué podemos hacer con ello una vez lo sepamos.

Al final cada uno es responsable de darse cuenta de que está hipnotizado y darse entonces a la tarea de despertar del sueño vigílico. Ocurre que no sólo es una tarea titánica que supone la ruptura de muchas «seguridades» sino que, además, estaremos prácticamente solos en esa tarea y encima tendremos al grueso de la sociedad en nuestra contra en el momento que esgrimamos algún punto de vista «fuera de la caja». Pérdida de amistades, de familiares y muchas otras cosas nos pueden ocurrir. Pero si se quiere saber la verdad o, por lo menos, detectar la mentira, hay que meterse en la madriguera de conejos sí o sí…

Ian