
Primero veamos qué no somos. No somos nuestro trabajo o desempeño. No somos nuestros gustos y aficiones. No somos nuestros anhelos y deseos. No somos nuestras aspiraciones. No somos nuestros pensamientos ni nuestros sentimientos. No somos nuestros títulos. No somos cualquier cosa que podamos pensar que somos, porque no somos el pensamiento. El pensamiento va y viene, nosotros siempre estamos detrás observándolo, por lo tanto no podemos ser nuestro pensamiento.

Lo que somos es una incógnita. Lo podemos llamar el océano de la conciencia, el observador, Dios. Hay varias formas en que podemos hablar de ello, pero no sirve de nada. Sólo se puede experimentar, pero da vértigo experimentarlo. Para experimentarlo se puede uno quedar en una habitación sin ningún estímulo mirando a la pared sin esperar nada y sin tiempo definido. Entonces comenzará a darse una incomodidad creciente y la “actividad” tendrá que cesar porque podríamos volvernos locos si se está empezando.

Existen personas que hacen retiros de oscuridad en los que se pasan en plena oscuridad desde un día a varios días. No se trata de hacer eso, por ahora. Quizá en un futuro podría ser. Pero sí de aislarse un poco y estar uno consigo mismo hasta poder presenciar la propia presencia, digamos, sin intermediarios ni distracciones que lo impidan… Ahí lo dejo como practica interesante si queremos saber qué somos realmente. Y lo bueno es que eso de dejar las caretas y ser eso que somos trae todo lo demás… Y todo lo demás vendrá por añadidura…
Ian.