La maravilla de que existas

Tú no lo sabes. Tú no lo entenderías quizá, pero eres una luz en este mundo de tinieblas. Un faro en la tempestad del océano embravecido. Eres un sol que ilumina la oscuridad más grande para que sólo queden sombras que sirven de apoyo en el caminar. Tú no eres consciente, pero tu ser hace que sea mejor de lo que soy. Que cada día sea un día más bonito que el de ayer, porque se acumula la belleza.

Tu belleza, que no es sólo externa, sino interna. Eres una luz en la travesía hacia el monte del destino. En las epopeyas eras la musa que alentaba al héroe. La ambrosía que alimentaba a los dioses, pero de un alimento perpetuo e imperecedero. Lo que se podría llamar “amor”, como el estado del ser suspendido en la gracia que toca la belleza más pura y la difumina allí donde va…

Al final y al principio, siempre has sido tú. La referencia del espíritu, la evanescencia de lo constante, el sobreponerse a los estados lisonjeros del ser. El ser capaz de sonreír en medio de la tempestad más grande de todas. El grito del espíritu que nace desde el principio del laberinto y que llega hasta la salida para que podamos salir. La brisa fresca en una mañana de verano. Tú… Gracias por existir…

Ian.

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