
Vamos de más a menos, de más energía a menos energía, de más alegría a menos, y así con casi todo. Una de las pocas cosas que puede “aumentar”, digamos, es la sabiduría. Pero es algo bastante difícil de “aumentar”. El paso de los años nos suele hacer más sabios, pero eso tiene mucho que ver con lo que cada uno ha ido eligiendo. Veo en mi barrio personas que son iguales siempre, y yo me incluyo, hacemos lo mismo, vamos a los mismos sitios, siempre con las mismas rutinas.

Con la vejez suelen enconarse los sentimientos, las cosas no dichas, los momentos no desarrollados. Todo esto suele crear temperamentos irascibles o cabreados con el mundo, exceptuando dulzuras poco comunes, personas agradables que, muchas de las veces, se han tragado toda su vida la forma de ser para agradar a los demás.
Es curioso porque, si no se va incorporando cada vez más sabiduría, entonces lo que ocurre es que vamos viviendo cada vez peor, sin comprender nada y tristes y apáticos cada vez más. La vida pide que acumulemos sabiduría, pero llega un punto en que la persona se niega a acumularla por miedo, por vergüenza o por simples inercias que ha incorporado en su vida que le llevan a mantenerse en la inopia.
Es una pena que haya tanta gente así, sufriendo mucho por algo que se puede solucionar enfrentándose a los propios miedos. Pero es cómo está diseñado este enjambre de seres humanos. Qué le vamos a hacer…
Ian.