
Si te fijas, la incertidumbre siempre está operando en la realidad. Nada es seguro y eso, curiosamente, es lo poco seguro que existe. Como que todo cambia, también es seguro. Pero todo lo demás es incierto, inseguro. Ocurre que vivimos en piloto automático y no nos damos cuenta de la volatibilidad de todo. Sólo cuando ocurren ciertos acontecimientos recordamos esa incertidumbre.

Y cómo podemos “combatir” esa incertidumbre en el futuro, en lo que va a venir que no sabemos qué es. Sólo se puede “combatir” con su opuesto complementario, la certidumbre. Tener certidumbre en que vendrá lo que tenga que venir y que será lo que tenga que ser. Parece muy de Perogrullo, pero aceptar eso te calma de la incertidumbre. Aceptarlo de verdad.

Como en el “Dejar Ir” de David Hawkins, sentimos la incertidumbre y la dejamos ir mientras que abrazamos las múltiples posibilidades que pueden venir sin necesidad de pensar si quiera en ellas. Eso nos abrumaría quizá. Y, además, no serviría de nada porque podrían ser perfectamente otras diferentes las que surgieran. Total, que la incertidumbre siempre está con nosotros. Siempre estará, además.
Ian.
Pd.: Sobre cómo llegar a una certidumbre equilibrada pincha aquí…