
Vivimos en la sociedad de la “felicidad”. Todos tenemos que ser felices todo el rato o tender a ello. Pero, ¿Qué es la felicidad? ¿Alguna vez te lo has preguntado en serio? Pasar una buena tarde con la familia y con los amigos en una barbacoa podría ser la felicidad, ¿Verdad? Podría ser estar pescando en un lago calmo de madrugada…

Podrían ser miles de cosas y ninguna de ellas. La felicidad, en mi opinión, no existe. No existe tal cosa como la felicidad. Creo que la felicidad es un invento moderno para que persigamos una zanahoria que nos hace ser “productivos” y que es como el azúcar lo es para el cáncer. La felicidad exacerba nuestro ánimo y nos lleva a generar verdaderos monstruos en post de buscarla. Y, además, parece que cuando se ha conseguido un logro no hay felicidad, se requiere otro más y más grande.

Es eso, perseguir una zanahoria que nos mantiene en la carrera de la rata. Y, además, vale para todos los ámbitos; la familia, las relaciones de amistad y amorosas, laborales, etc. etc. Mirándolo así (que, ojo, es sólo un punto de vista) para mí lo que sí existe es la alegría, que es algo más calmado, que no te hace perseguir nada y que se da de forma natural en un estado saludable y de paz. Con un logro conseguido también se da la alegría, pero cuando los logros son forzados o forzosos no hay alegría, hay algo más cercano a la frustración porque nunca parecen “perfectos”.

Y con la perfección existe algo parecido a la felicidad. También nos hace llegar a límites y estados alterados que conllevan stress y mal estar y, además, no es natural. Esa perfección que perseguimos y que se vende detrás del desarrollo personal, muchas veces, es contraproducente en la mayoría de los casos. Fuerza a personas que tienen un carácter concreto a tener otro, por ejemplo, porque la moda lo impone. Que cada cual tenga su carácter y lo cambie si realmente quiere y puede, pero que no se haga por modas impuestas. Total, qué más da, al final va a ser lo que tenga que ser, pero bueno…
Ian.