
Venimos aquí sin manual de instrucciones. No conocemos nada sobre el mundo. No sabemos ni qué debemos comer. Todo nos lo dan hecho y aceptamos que eso es lo bueno o que parece, en principio, lo bueno. Muchísimas cosas pasan así a ser hábitos que se convierten en costumbres y en carácter. Vamos, el famoso aforismo «vigila tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Vigila tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Vigila tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Vigila tus hábitos, porque se convertirán en tu carácter. Vigila tu carácter, porque se convertirá en tu destino.»

Fijándonos en ese aforismo somos responsables en el sentido de no controlar o de controlar nuestros pensamientos. Sin embargo, esta es una tarea ardua de llevar a cabo y al principio, cuando no se tiene costumbre de hacer esto, sobre todo en la juventud, es más difícil de controlar. Por lo tanto, no somos tan dueños de nosotros mismos como creemos y somos más irresponsables por ello. De todas maneras, la responsabilidad total no la podemos tener porque hemos cometido muchos fallos antes de tener cierto control sobre nuestros pensamientos y eso deriva en efectos nocivos o perjuicios para nosotros y los demás que vemos en el tiempo.

La cuestión es delicada. Existe luego una corriente de pensamiento que viene a decir que nosotros no somos responsables en absoluto de nuestros comportamientos y de nuestros actos porque todo está minuciosamente imbricado en una maraña de causas-efectos infinitos que escapan a nuestro entendimiento. Dentro de esta corriente la única “libertad” o “responsabilidad” que puede haber es la de subir en las capas de causalidad para ejercer la voluntad en capas más sutiles de causalidad y, por tanto, vernos menos influenciados por causas más bajas o más groseras que nos puedan afectar negativamente.

Visto de esta manera, llegar a ser la “causa primera” sería vivir la libertad total. A ello parece que hay que aspirar porque la otra vía es ser cada vez más víctimas de las causas de otros y sus caprichos por lo que seríamos, a efectos prácticos, cada vez más esclavos. Ya depende de lo que cada uno quiera experimentar…
Ian.