Morir a lo que somos

Para ser algo diferente. Para desanclarnos de tantas cosas que nos hacen no avanzar, no perseguir nuevos caminos, nuevas aventuras. Hay un grupo reducido de seres humanos que son capaces de avanzar en la senda de la vida y descubrir nuevas formas de vida y de conocimiento, de sabiduría, diría yo. Nuevas formas que dependen de ese salir fuera, de ese “romper el cascarón”.

Si no nos liberamos de las ataduras de lo antiguo, de lo premeditado, de lo preestablecido, poco vamos a vivir en la vida. Más bien seguiremos siendo una especie de zombis atrapados en una tela de araña invisible que nos va moviendo de un lado a otro. Pero es verdad que salir de esa tela es muy difícil. Tan difícil como acumular la energía suficiente, sin dejarla escapar, para poder percibir más allá y poder agarrarnos a nuevas perspectivas.

Es un camino solitario, cada vez más solitario, pero necesario a la vez. Si no tomamos la vía de la no-vía no podremos ver qué nos depara la vida, qué regalos tiene para nosotros. Cada vida es una aventura y puede ser una aventura mediocre o una aventura digna de ser vivida. No estoy en contra de las aventuras mediocres, para nada. Es una forma más de aventura. Ocurre que es más triste, digamos, más apagada, más lúgubre y es tirar una vida por la borda. Pero yo, de alguna manera, estoy haciendo eso, así que, ¿Qué puedo decir al respecto que sea negativo? Mucho tendría que cambiar mi vida para poder criticar cualquier otra vida, y aún así no podría criticarla tampoco.

Son sólo vías, caminos, senderos. Sólo eso, tipos de senderos. Cada cuál elige el suyo, como no podía ser de otra manera…

Ian

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