
Pienso que le damos demasiado valor a las cosas y poco a las personas. Nos han roto el corazón muchas veces (llegadas ciertas edades) y no confiamos ya en las personas como lo hacíamos antes. Es una pena, porque esa falta de confianza es la que suele crear la desconfianza. Se van sumando desconfianzas y malos entendidos. Pero bueno, es el curso que suelen llevar las cosas si no se trabaja en el propio pensamiento y en el propio sentimiento. Claro que pueden existir confrontaciones y momentos de roce e incluso violentos. Es difícil cuando las cosas se ponen así. Pero hay que ver también que muchas veces esas emanaciones son producidas por el subconsciente y se trata de sentimientos enconados o de pulsiones no resueltas.

Vamos, tampoco soy yo ningún psicólogo ni psiquiatra como para saber concretamente por qué ocurren estas cosas. Pero si es verdad que he estudiado el comportamiento hasta cierto punto. El mundo está lleno, además, de seres bastante desalmados que pueden hacer lo que sea si se ven impelidos a ello por su propia psique. Yo quería hablar del valor que le damos a las cosas y me he ido un poco por los cerros de Úbeda. El valor que le damos a las cosas es momentáneo, no dura en el tiempo. Si la cosa envejece puede perder o ganar valor, pero nunca lo mantiene. Las cosas son de la ilusión, van y vienen.

Ese ir y venir es pasajero y hace que también el valor que tienen las cosas sea pasajero. Algo parecido, si somos fieles a lo que ocurre, creo que ocurre con las personas. Pero el valor puede variar mucho, de querernos mucho a odiarnos o de no querernos nada a querernos muchísimo. Existe el amor de padres y madres que dicen que es el más potente que existe y que es incondicional. El mundo es un sitio muy raro en donde parece que estamos siendo puestos a prueba de alguna u otra manera y que nos lleva hacia el final con alguna clase de conclusión.
Ian