
¿Hasta qué punto somos conscientes de lo que hacemos? ¿Hasta cuándo vamos a estar repitiendo patrones que nos encierran en formas de ser y estar que no queremos? ¿Cómo se puede uno liberar de estos patrones? Son preguntas que me asaltan a veces cuando me veo repitiéndome. Y este escrito posiblemente sea una repetición de otro anterior. Lo sé, me repito, como todos. La cuestión es qué ciclos de repetición estás haciendo y si te convienen o no. Nos quedamos fijos en una posición del punto de encaje, como dirían los chamanes, y de ahí no salimos.

Esa fijeza es necesaria para mantener cierta cordura, pero también, por esa regla de tres, puede llevarnos a una forma de locura. Al ciclo sin fin de las mismas cosas una y otra vez. Es muy difícil darse cuenta a “simple vista”. Hay que tener un registro más o menos pormenorizado de las actividades que realizamos para poder fijarnos bien y captar ciclos repetitivos de eventos semejantes. Para mover el punto de encaje hay que practicar acecho y ensueño. Con el acecho lo movemos dentro de la fijeza de la primera atención y con el ensueño lo movemos dentro de la fijeza de la segunda atención.

De esta manera vamos fluidificándonos en cuanto a lo que percibimos y podemos saltar a surcos de repetición más amplios y nutritivos que nos permitan vivir de mejor manera y con más libertad. La libertad es algo que se va ganando con la práctica de estas disciplinas y con la disciplina de la impecabilidad. Una suerte de Kaizen de mejora constante que hace que seamos mejores cada vez más en cualquier actividad en la que nos estemos desarrollando. Cada uno elegirá las actividades que más le sean propicias y que sean caminos con corazón.
Ian