
Comienza un sábado más. Lleva ahora mismo 48 minutos de haber nacido. Hoy podría ser el día más extraño y bueno de mi vida o uno más. ¿De qué o, mejor dicho, de quién depende eso? De mí, por supuesto. Puedo emplearme en torcer mi sábado o hacerlo lo más bello posible, bello en todos los sentidos. En el de tiempo aprovechado. Bello en aprendizajes, en relaciones con otros, en la relación conmigo mismo.

¿Quién sabe hasta qué punto podré sacarle partido a este sábado? ¿Hasta qué punto lo disfrutaré? Depende mí, sí, pero también de tantas inercias que vienen conmigo, tantos pensamientos que son de casi siempre, tantos sentimientos que casi nunca se van. Y pienso en ellos y algunos casi están superados y otros prácticamente recién detectados. Es complejo y, a la vez, simple. Como siempre, depende del enfoque con el que se aborden los asuntos.

Por lo pronto empieza bien: escribiendo. Cada vez me gusta más escribir. Y es que cuanto más se hace algo más suele gustar. Uno se acerca cada vez más a la maestría en lo que sea que repite muchas veces. Y si siempre se tiene una intención de Kaizen, o sea, de mejorar cada día lo que se hace un tanto por ciento, digamos un 1% cada día, entonces la maestría se acerca cada vez con más velocidad.

Por tanto, se trata de buscar el Kaizen en todo lo que hagamos, sea lo que sea y mejorar en ello. Se podrá pensar que fumar no tiene su Kaizen, pero sí lo tiene. Ocurre cuando acumulas el deseo cada vez mayor de dejar de fumar. Cada vez te disgusta más fumar y todo tu ser lo va rechazando más y más. Tu mente guía a tu cuerpo y, llegado el momento, el dolor de no fumar es más aceptable que el dolor de fumar: entonces lo dejas… Así de complejo y de simple a la vez. Y lo que has hecho es provocar un Kaizen constante, una mejora constante en tu percepción sobre la droga en este caso.

Ian