Al final quiero la vida que quiero

Quiero la vida que quiero, que es la que tengo. No quiero otra vida. Puedo mirar otras vidas, pero no quiero otra vida. Mi vida es única y maravillosa. Es maravillosa como es ya, tal cual. Ahora soy feliz, no en un futuro cuando consiga ¿qué? El futuro vendrá y viviré cosas muy bonitas otras no tan bonitas, pero al final todas son maravillosamente extrañas y pasajeras. Todo está mudándose, todo está yendo y viniendo. En un oleaje que viene y va de vivencias, de energías, de pasiones, de momentos, de silencios, de estancamientos y de despegues hacia nuevas vidas. Todo a la vez, sin juicio.

Lo más gracioso es que la ilusión de que hay un progreso y de que hay un avance es muy poderosa, pero ya estamos en donde tenemos que estar y ya somos lo que tenemos que ser. Al final la ilusión es a lo que más crédito damos porque llevamos una vida entera viéndonos afectados por sus principios. Pero no es lo que es real. La nada es real. El vacío cuántico es real. La eternidad de un segundo es real. Y, a la vez, no es real. Nada es real, porque no podemos decir que algo sea real siendo irreales nosotros. Siendo algo cambiante que no existe en la eternidad. Quizá una parte de nosotros, la parte de nosotros que no conocemos, sea la única parte que sí es eterna. El espíritu.

Pero bueno, todo esto no sirve de nada, como muchas cosas. La gran mayoría de cosas sólo sirven para pasar el tiempo, dentro de las cosas que no sirven para nada, quiero decir. Estoy canalizando de alguna manera la información que estoy escribiendo. Canalizo desde mi núcleo de ser, desde ese espíritu que transciende las eras y las vidas y está más allá de todas las epopeyas. El Gran Espíritu. El observador que observa este sueño que llamamos vida y que es el mismo ser en todos los seres. Qué paradoja…

Ian

Deja un comentario