No podemos describir con palabras lo que somos. Lo que verdaderamente somos está más allá del cuerpo, del pensamiento o del alma. Todas estas cosas fluctúan, cambian, oscilan, vibran. Lo que nosotros somos es más que un silencio eterno. Es más que la quietud más imperturbable. Es más que el vacío más lleno de nada que existe. Es algo inconmensurable que está detrás de todos los fenómenos y que es, a su vez, todos los fenómenos. Los fenómenos son aparentes masas más pesadas o más ligeras que se mueven unas en torno a otras en un danza interminable y mezclada entre sí hasta el infinito.

El teatro que se vive todos los días de circunstancias que se piensan, que se sienten y que se disfrutan o sufren no es más que eso, un teatro. Además, parece a todas luces un teatro orquestado porque como todo buen teatro tiene su guion, tiene a los actores que saben a la perfección cómo desempeñar su papel y tiene su orquesta en este caso que es la serie de acontecimientos infinitos que se da alrededor de cada función que vivencia cada espectador-actor. El director de las obras de teatro parece ser el mismo y está más allá de toda comprensión. La razón del teatro también está más allá de toda comprensión (si es que existe tal razón, claro).

Luego existen unas leyes que rigen el ir y venir de este teatro tan extraño. De este ser y no ser que nos está matando lentamente y que nos lleva inexorablemente hasta la tumba. Esas leyes han sido descritas en el libro “El Kibalion” de los 3 Iniciados. Mente, correspondencia, vibración, polaridad, ritmo, causa-efecto, género. En esas 8 palabras, pero 7 leyes está condensada toda la naturaleza de la realidad que vivimos. Quien entienda estas leyes podrá transmutar todas las cosas. Ir de grado a grado de un estado a otro y cambiar aquello que se le antoje para poder estar en paz con uno mismo y con el mundo y, a raíz de eso, incursionar en la vorágine de la realidad con total tranquilidad y seguridad en sí mismo.

Al final la aventura de la vida está más coordinada y orquestada de lo que podríamos llegar a imaginar. Nada está dejado al azar que, por otra parte, no existe como tal. El azar es una entelequia de la mente, algo imposible pero que parece posible desde el punto de vista del que desconoce el todo y mira desde la parte sesgada e ignorante. Y lo que yo me pregunto es “¿qué objeto tiene la vida?” Y la respuesta es, por ahora: nunca lo sabrás…
Ian