Vivimos en un sueño. Un sueño que pesa mucho y parece sólido, pero es un sueño. Todo es un sueño, todo lo que aparece ante nosotros como por ejemplo ahora este escrito aparece ante ti. ¿Por qué lo que yo escribo hoy se mantiene hasta mañana? No lo sé, es algo inexplicable. Existe una especie de coherencia en todo que hace que las cosas se mantengan un tiempo, pero no eternamente. Cada cosa tiene su tiempo, su ciclo digamos. Este texto depende del servidor donde se mantiene. Las células duran unas cuantas horas o días o semanas, dependiendo de la célula. En promedio, las células de tu cuerpo son reemplazadas cada 7 y 10 años. Sin embargo, no todas tienen la misma duración, ya que algunas viven unas pocas horas y otras, varias décadas.

Así que la duración de cada cosa está ya prefijada y puede afectar con su vida a la vida de las demás cosas, en su lugar y con sus intensidades. Son cosas obvias, pero es parte del funcionamiento de todo esto, de este sueño y sus engranajes. La verdad es que es muy extraño y a la vez muy coherente el devenir que tienen los sueños, los que se producen al dormir y los que tenemos cuando estamos “despiertos”. Ahora, en el sueño que nos ha tocado vivir, están los Juegos Olímpicos en inauguración en Francia y están haciendo toda clase de rituales satánicos para promocionarlos y de paso dejarnos los primados negativos que les interesan para el futuro próximo. Siempre hacen lo mismo, es cansino y aburrido, pero bueno. Esto formaría parte de la pesadilla en la que vivimos en muchos casos y mucha gente.

Después existen otros seres humanos liberados de estas cuestiones de lo que podríamos llamar “Matrix”, que es un término a estas alturas ya muy manido. O eso creo, tampoco estoy muy seguro. No sé si estoy muy seguro de que exista tal cosa como la libertad o la liberación o algo así. Visto desde cierto punto de vista, esto es imposible. Es imposible la libertad. Y visto desde otro punto de vista, es lo más plausible. Quizá dependa del punto de vista que se elija, no sé. Al final puede parecer radical, pero, qué más da…

Ian