
Qué difícil sostener la mirada en ti, con punzadas al buscar tu piel y luego retirarme hacia otro lugar. Verter mi atención en mil detalles, buscando cómo adentrarme en tus paisajes. Escuchar y saber que algo hay que debo estar haciendo mal y sé que son muchas cosas, desde el principio y queriendo. Así evito a la marabunta que me heriría de muerte o que me dejaría para los restos, como se dice aquí donde vivo.
Si cantas porque cantas, si bailas porque bailas, si sólo eres tú porque eres tú y entonces qué puedo hacer si no es mantenerme ausente, lejano, todo lo frío que soy capaz de ser, porque la otra opción siento que no me la merezco. El síndrome del impostor me asedia por varios flancos y tú eres uno de ellos. Pero la guerra es mucho más compleja que todo esto aquí escrito. Llevamos Eones con la misma danza y es que no podemos danzar de otra manera, la ilusión está hecha de ilusión y no puede tener otra materia prima ni otras leyes que la conformen. De tal manera, hay que bailar la danza tal cual está determinado, aunque luego parezcan infinitas danzas.

Y hoy me siento inspirado. No se puede decir que tenga más energía que otros días, pero sí que te he visto y que has arrancado en mí recuerdos de otros tiempos, de otras existencias. Al final sé que soy yo disfrazándome y haciéndome pensar que hay más seres a parte de mí, pero me gusta caer en la trampa una y otra vez. Aunque quizá sea como con el tabaco, que llega un día en que le dices adiós muy buenas y san se acabó. Yo creo que es así, porque si es así con el tabaco es así con todo, no puede ser de otra manera. Hay cosas que serán más grandes y otras más pequeñas. Unas que nos conmueven a unos niveles monumentales y otras que pasan desapercibidas como una brizna más de hierva en los céspedes de un parque gigantesco.
Y todo esto para describir cómo he viajado mientras escuchaba tus palabras que dibujan en mi sonrisas, asombro o serenidad, pero que están ocultando en los dos unas ganas locas de acercarnos más, cada vez más, para un día dejar de hablar y entonces comenzar a hablar. Pero bueno, todo está en mi imaginación si yo así lo creo y quien soy yo para decir otra cosa. Yo me estimo, pero no me sobreestimo. Tampoco me infravaloro, es más bien que comienzo a darme cuenta de que no soy más que otra brizna de hierva en el parque, o una ola de agua en el océano vasto de la ilusión de creer que soy una ola, cuando en realidad, siempre fui el océano.
Ian