Perdidos

¡Qué perdidos estamos! Vivimos en una sopa de causalidades que nos llevan de un lado a otro. Se puede planificar y tener objetivos e intentar cumplir metas concretas, está claro, pero no dejan de ser planificaciones, objetivos y metas humanas y con sentido humano (en general). De vez en cuando hay algún plan que viene de más arriba (sino es que todos vienen de más arriba) por decir algo, pero en general la intención de los planes es más o menos mundana y cumple con unos estándares concretos.

A estas alturas y por lo que llevo vivenciado, me dejo llevar por el río de la vida sin hacer planes ni intentar cumplir metas. La vida me va presentando las cosas que tengo que hacer en cada momento y eso está muy bien, me parece de lo más útil, como diría mi tía. Es hacer sin hacer, esforzarse sin esforzarse. Es una manera de enfocar la vida desde el momento presente, se podría decir. Y, además, quién dice qué cosa es más grande o más pequeña, más importante o más nimia. Cada tarea es monumental y, a la vez, es de lo más sencilla.

Prestando atención al detalle en el presente y disfrutando de ello ya se va uno labrando un futuro muy interesante. Además, que ese futuro vendrá como tenga que venir, se podría decir que eso no es cosa nuestra. Nuestra atención sí lo es y nuestra percepción de lo que somos y de lo que queremos ser. Adoptando lo que queremos ser a lo que somos nos transformamos en aquello que queremos ser y pasamos a serlo de echo. Por lo tanto estamos siempre adoptando algún tipo de estado de ser en el ser que configura lo que nos pasa y, en gran parte, hacia donde nos dirigimos.

Elegir tomar un rumbo o ir a la deriva depende de cada uno, pero si quieres tomar un rumbo es bueno saber que te puede decepcionar. De todas maneras, si te decepciona es por tu punto de vista, no por el rumbo en sí, ya que cualquier rumbo es una maravilla dentro de las infinitas maravillas que conforman el universo en el que habitamos.

Ian

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