¿Cómo poner límites?

Yo creo que es un arte lo de poner límites y que, además, es un arte que comienza por ponernos límites a nosotros mismos. Esa es la famosa madurez: ponerse límites a uno mismo, para empezar. Luego se ponen límites a los demás y sus actitudes, pero con dulzura y ecuanimidad, sin dejar que se suban a la chepa, pero tampoco asediando. Que no haya que llegar a las manos, que se dice. Poner límites es algo que, por lo menos yo, tengo que aprender y en ello estoy. Es muy saludable hacerlo. Gracias a ello uno se puede quitar de un vicio, por ejemplo. Puede parar la actitud tóxica de alguien que se aprovecha de uno y haciéndolo en equilibrio.

Poner límites también tiene que ver con adoptar responsabilidad sobre algo en concreto, por lo que no es un tema que guste mucho. Pero es que la responsabilidad, al final, tiene que ver con la madurez, la independencia y la libertad. Cuanta más responsabilidad mayor madurez, independencia y libertad. La libertad se ejerce, se emplea, pero no está de manera natural. De hecho, se puede ser cada vez más libre o cada vez más esclavo, según se ejercite uno en la libertad o según deje de ejercitarse. Vivimos en una guerra por la libertad, la atención y el sueño. Ciertas fuerzas quieren esclavizarnos, obtener nuestra atención y que nos mantengamos dormidos el máximo posible de tiempo. Dormidos como metáfora espiritual de aquel que no ve lo que está ocurriendo de verdad en su esfera de realidad (por lo menos con mucha más nitidez que el resto) y también como aquel que duerme plácidamente.

Es muy fácil hablar de esto y lo difícil es ser libre, dueño de la atención propia y despierto a la realidad espiritual que nos circunda. Yo me siento bastante libre, dueño de mi atención y despierto, pero no lo suficiente como para sentirme orgulloso de mí mismo. Quizá algún día llegue a esas cotas de libertad, atención y frescura. Mientras tanto, me voy ejercitando paso a paso en fortalecer mi libertad, en acrecentar mi atención y en estar más despierto.

Ian

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