Estoy navegando un estado del ser nuevo para mí. Por ser tan viejo es nuevo y por ser tan nuevo me hace sentir viejo. Poco a poco voy recuperando los olores, las texturas, los sabores. Todo comienza a respirarse mejor, a olerse mejor. También saboreo mejor y todo sabe más profundo, aunque los sabores de ahora sean tan químicos y falsos en general. Algo hay por ahí en la despensa que sabe a como la comida sabía antiguamente, antes de los transgénicos de mierda. A la vez siento que estoy saliendo paso a paso al paso de una nueva forma de caminar, de pasear. A una nueva forma de sentir, de pensar, de expresarme. Algo más genuino, más mío, más yo, como si un espíritu antiguo, el abuelo tabaco, me estuviese diciendo adiós, despegándose de mí poco a poco, como sin querer irse. Hay que tener en cuenta que un fumador es un cliente del tabaco y hace, por su clientelismo, que se cultive tabaco. Por lo tanto, al tabaco le hace falta el fumador para ser cultivado en masa. De otra manera sería una planta más dentro de todas las plantas y ahora es famosa gracias a los clientes que tiene (que son millones).

Lo que decía, el espíritu me va soltando poco a poco, pero me pide una y otra vez que vuelva a inhalar el humo que le volverá a meter en mi cuerpo. Yo le digo, muy amablemente, que no, que se vaya a tomar viento fresco de la montaña más alejada de aquí y que le vaya muy bien. Tomándomelo así, como un juego, una historia que está ocurriendo en mi cabeza, puedo sortear mejor el mono de no estar fumando. Tengo tabaco por si quiero fumar y el no fumar se torna desesperante, pero a la vez no tomarlo y no fumarlo es un gozo porque mi voluntad está por encima del espíritu del tabaco y la sumisión de años que me hizo tomar el propio tabaco. Aunque siempre fue voluntario, cada cigarrillo fue voluntario. Una cosa que he aprendido de fumar de liar es que uno puede hacer algo que tenga integrado como hábito en las condiciones más extrañas y hacerlo bien.
Yo me liaba un cigarro, aunque hiciera un levante digno de Tarifa. En plena oscuridad también me podía liar un cigarro y, muchas veces, me lo liaba y ya lo tenía en la mano y no me daba ni cuenta de que me lo había liado y pensaba: ¿Alguien se lo ha liado por mí? Hasta ese punto un hábito automatizado puede ser poderoso y movernos a hacer cosas queramos o no. Por eso es importante estudiar muy bien el hábito nuevo que se quiere incorporar, de qué partes está compuesto, para qué sirve y si es positivo para nosotros en ese momento del tiempo o no es conveniente adoptar. Algo que debería haber hecho con el tabaco y que no hice y me he tirado 30 años fumando. Qué absurdos somos los seres humanos, yo en particular. Pero bueno, un megahábito (fumar durante 30 años sería un megahábito) te enseña qué incorporar después como hábito que se vaya a convertir en un megahábito y que sea constructivo para la salud y para la vida en general. Ya veremos qué surge de ahí.
Ian