Sufro del síndrome del impostor al escribir y al hacer música. Siento que no llevo lo suficiente haciéndolo, o que no soy lo prolífico que podría haber sido haciéndolo. Siento que no valgo para ello, que no soy un referente ni mucho menos de nada. Sin embargo, hay una parte de mí que eso le da un poco igual y por eso me lanzo a escribir y a hacer música. Utilizo la escritura y la música como una forma de terapia, se podría decir. Ante la soledad y frente a mi vida descubro estas artes como preciosas y singulares, capaces de generar en mí sensaciones y vivencias que son muy positivas para mí, liberadoras.
Puedo dar rienda suelta a la imaginación, aunque nunca está suelta del todo para que no se convierta en un galimatías. Me permite liberarme de demonios y pensamientos negativos y facilita la liberación de ideas peregrinas que no podría liberar en una conversación normal. Escribir es algo muy bello y misterioso. Nunca se sabe qué palabra vendrá la siguiente ni qué idea hará surgir como siguiente. Así que tenga o no tenga síndrome del impostor voy a seguir escribiendo, por mi bien, porque puede que alguien se sienta identificado y le sirva. No sé.

Quizá mi síndrome del impostor venga de un miedo a llegar a tener algún tipo de repercusión, cosa que no quiero. Me gustan el anonimato y la vida tranquila. Sin embargo, escribir para que nadie lo lea o hacer música para que nadie la escuche es una frustración. Así que seguiré haciendo música y escribiendo, hasta el fin de mis días si tiene que ser, me sienta o no impostor. Creo, además, que la única manera de que este síndrome desaparezca es haciendo justo aquello que te hace sentir impostor. Y llegará un día en que hayas acumulado tanta practica y pericia que te sentirás profesional de ello o algo parecido. Eso quiero pensar…
Ian