Estoy pasando por días extraños. Días en los que todo cambia y nada cambia. Días de amistad y soledad en los que lo he pasado mal y bien a la vez. Por eso son extraños, porque condensan los extremos. Puede ser por el calor de agosto, por la luna llena que hemos pasado o por muchas otras cosas. Días en los que me planteo la vida, mi vida y su rumbo y veo que lleva el rumbo que todas las vidas llevan. Un rumbo sin rumbo, que se va decidiendo día a día, con cada acto.
También han sido días muy apasionantes y de descubrimientos muy interesantes. He descubierto que cada día es como una vida. Una vida que puede ser monótona o maravillosa muchas veces no por lo que hagas sino por cómo veas lo que está ocurriendo. El mismo café un día es muy diferente del día posterior. La mosca que se posa en tu brazo un día es una mosca más y otro día es una mosca que te está haciendo micro acupuntura.

Hay tantas cosas que desconozco. Pasan los días y aprendo más, pero también me doy cuenta de que sé menos, de que estoy muy lejos del conocimiento real de las cosas. Creo, sin embargo, que ese conocimiento es accesible realmente, si nos lo proponemos y vamos hacia él. A su vez, él vendrá a nosotros y nos iremos acercando hasta fusionarnos en uno. Eso espero, pero con calma, porque el conocimiento silencioso, el real, el profundo, el majestuoso es, también, muy potente. Pero su potencia también sirve para poder manejarse estando en él.
Sé que puede sonar un poco críptico, pero todas las cosas importantes en la vida son así y son así por algo. Creo que todos, llegado el momento, en esta o en otra vida, llegaremos a ese conocimiento liberador y podremos, tal vez, volver al origen de lo que somos y no tener que volver a transitar la vida o, por lo menos, descansar un tiempo prudencial de ella.
Ian