La importancia personal

La importancia personal es un concepto que viene de los chamanes toltecas que conoció y de los que aprendió Carlos Castaneda. Me gusta más que el concepto «new age» de ego. Para mí el ego es indispensable porque sin él estaríamos enajenados, no tendríamos un centro de identificación, aunque, como comenté en otro artículo, realmente somos muchos egos. El tema es que denominar «importancia personal» al darse importancia sobre los demás, es muy acertado a mi modo de ver. Todos tenemos una importancia personal descomunal por lo general. Este «problema» hace que perdamos mucha energía en esa importancia personal, porque nos prestamos demasiada atención y se la restamos a asuntos mucho más necesarios que nosotros mismos y nuestros ombligos.

Es normal, hasta cierto punto, prestarse atención, pero la importancia personal hace que nos comparemos con otros, que envidiemos, que odiemos, en general que gastemos mucha energía en cosas que sólo nos perjudican realmente. Así prestarse atención en este sentido es contraproducente. Es como un vicio. Sabes que está mal, pero sigues haciéndolo. No voy yo a solucionar aquí algo con lo que estoy lidiando, como todos, pero sí quiero exponerlo por si a alguien le pudiese interesar o para reflexionar sobre este punto.

Se supone que para librarse de la importancia personal hay que hacer varias cosas, según los chamanes. Que yo recuerde habría que hacer recapitulación de la vida, de todas las relaciones que se han tenido con otros seres humanos desde el presente hasta el pasado más remoto y «respirar» cada interacción. En la inhalación recoger la energía que entregamos en la interacción (las primeras interacciones a tratar son las sexuales porque son las que más energía consumen) y en la exhalación soltar la energía que nos cedieron los otros. Así hasta acabar con nuestros padres y hermanos.

También habría que llevar una vida lo más impecable posible, para no perder energía nuevamente y poder así «combatir» la importancia personal. Se tendría que adoptar también la llamada «humildad del guerrero» que no es como la «humildad del pordiosero». El pordiosero se humilla ante el que cree que es más grande que él, pero exige que se humillen ante él los que cree que son inferiores a él. La humildad del guerrero trata a todos por igual, porque sabe que todo es igual y en su trato hace como en la parábola del Tao y el arquero. En esta parábola el arquero tensa su arco rebajando lo elevado y elevando lo rebajado.

Por último, y que yo recuerde (muchas cosas me dejo en el tintero seguro), hay que acechar y ensoñar. El arte de acechar tiene un artículo al que redirecciono en el link de la palabra «acechar», pero diré que es el arte de utilizar el «person» o máscara a voluntad para no perder energía en las interacciones con los demás. Todos actuamos de una manera u otra según nos relacionamos con unas personas u otras. El arte del acecho consiste, pues, en utilizar esto de manera consciente. Si tratamos con un jefe déspota usar un person que sea el más propicio para tratar con ese jefe mientras tengamos que lidiar con él.

El ensueño se trata del control de los sueños, digamos. Es un arte también y tiene muchos vericuetos, pero para lograr ensoñar, entre otras cosas, hay que permanecer célibes. De esta manera la energía sexual nos impulsa a ensoñar y poder entrar en nuestros sueños con conciencia y poder usar todo el caudal de información y aprendizaje que se puede dar en ellos para nuestro beneficio. Uno de los beneficios es que minimiza la importancia personal porque la atención ya no está tan centrada en el mundo cotidiano, sino que se divide entre la vigilia y el sueño y todo deja de ser tan importante.

Todo esto que he contado para mí es teoría en parte y práctica en parte. Estoy muy lejos de ser un guerrero impecable, pero hacia ello me dirijo si así me lo permite el intento. Espero que te sirva este artículo para algo y sino, pues nada, ahí queda como una expresión de mi ser que, por lo menos, me ha dado para escribir un ratito agradable…

Ian

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